miércoles, 27 de noviembre de 2013

Felicidad.

Se supone que en este artículo tenemos que reflexionar sobre qué nos hace mas felices: la reflexión racional (valga la redundancia), el mito. Vayamos por partes; creo que el mito se ha quedado muy obsoleto para nuestro días, pero no por ello significa que a nuestros antepasados les hiciese menos felices. Trasladándome a aquellos días, me doy cuenta de que la gente debía ser muy feliz. El pensar que uno/s dios/es nos observan y nos protegen debía causar una felicidad tremenda, además de alimentar nuestro ego. Que divinidades, entes superiores al ser humano, se fijaran y velasen por nosotros era lo más de aquella época. Tenía sus desventajas, por ejemplo: no les interesaba saber nada con respecto al origen del mundo, ni si quiera se planteaban si de verdad existían esos dioses que 'lo crearon'. En estos aspectos, vivían en la mas absoluta ignorancia, pero eran felices. ¡Bien por ellos!
Vayamos con la reflexión racional. Una vez que nos empezamos a plantear cosas que hasta hace varios siglos era impensable hacerse, nos fuimos emancipando del seno divino hacia un futuro próspero no tan ignorante como en el mito. Quizá me esté colando demasiado, quién sabe. Lo que si se es que pensando también somos felices, pues nos sentimos realizados y nuestra ambición no conoce límites. Cuanto mas pensemos, mas felices seremos, por lo que queremos pensar mas y mas, creando un bucle in crescendo desembocando en felicidad a chorros.
En mi opinión, prefiero la reflexión al mito. Debe ser que hay tantas teorías descartando la existencia de dioses que nacemos pensando que somos fruto de la evolución (y es lo que somos), no como hace tres mil años en la antigua Grecia que eran muy religiosos. La de Darwin es la mas importante de todas y la que consideramos como pilar fundamental en los estudios biológicos de nuestra especia actualmente.
Tengo el pensamiento de que acabo de soltar una sarta de chorradas increíble, pero bueno. Es mi reflexión madurada durante buena parte de la semana.

jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Para qué estudiar?

Muchos de nosotros hemos decidido lo que queremos hacer con nuestras vidas, o estamos en ello. Al hacerlo, nos asaltan dudas, aunque creo que la pregunta que todos nos hacemos es: ¿qué quiero hacer con mi vida? Evidentemente, queremos tener éxito en la vida, ganando mucho dinero. Sin embargo, nos deberíamos preguntar qué nos apasiona realmente; ves a gente con trajes, con dinero y con trabajos estresantes y, ¿crees que eso es éxito? Lo único que quieres es dinero, pero claro, todo el mundo quiere dinero. Eso no te hace especial. Aun así, hay gente que tiene metas pero que no quieren salir de su zona de relajación, por lo que no paran de ponerse excusas. Lo que de verdad te encaminará hacia el éxito está en tu cabeza, si te propones algo, nada ni nadie te podrá disuadir si estás realmente convencido de que lo vas a poder lograr.  Alguien muy sabio dijo una vez que éxito es un 1% de inspiración y un 99% de esfuerzo. Traduciendo, lo que viene a decir esto es que el esfuerzo vence al talento cuando este no se está esforzando. No importa el talento que tengas si no trabajas duro todos los días hasta que consigas la meta que te pusiste. Hay mucha gente que se escuda detrás de su talento y no tiene éxito en la vida, porque no lleva a ningún lado. Así que tengo que pensar seriamente cuánto deseo esa meta, cuánto estoy dispuesto a dar para cumplir este objetivo. Si soy sincero conmigo mismo, trabajaré como si fuese el último día que puedo dedicar a ello, como si no tuviese mas tiempo. Si de verdad quiero algo, haría todo lo que estuviese en mi mano; cada hora, cada día, cada semana hasta conseguirlo. Porque sólo así uno logra alcanzar sus metas. Algo muy generalizado por las películas es que las cosas se consiguen en dos meses, y que si en ese tiempo no o has logrado, vas mal. Las cosas requieren mucha paciencia y dedicación y como no esté dispuesto a hacerlo me quedaré en una mediocridad reprochándome cada día del resto de mi vida que lo podría haber hecho pero que mi pereza o malas excusas me pusieron un muro en el camino que no pude derribar porque no quise salir de mi zona de confort.
Para finalizar, solo quiero añadir que sigo pensando qué quiero hacer con mi futuro, pero que pase lo que pase quiero ser feliz. Aunque según está la situación en el mundo, por muchas licenciaturas, doctorados y másters que tenga, no conseguiré el empleo soñado en España, por lo que tendré que emigrar.